El fumador no tiene una mala costumbre, ni un mal hábito. El fumador tiene una adicción.
Para entender bien ¿por qué fumas?, es importante comprender el circuito cerebral implicado en el proceso. Si sabes cómo funciona el cerebro cuando goza de un estado de salud normal, sin drogas ni humo, estarás en mejor situación de reconocer los efectos que sufre el cerebro cuando el organismo se manipula indebidamente (con la incorporación del tabaco).
La complejidad del cerebro humano adulto es asombrosa. Es un órgano tan afinado que su funcionamiento y su arquitectura son difíciles de describir. No obstante, tras años de investigación, se ha conseguido identificar las principales vías de información y comunicación del cerebro. El cerebro adulto pesa aproximadamente 1,35 kilos, y tiene entre dos mil millones y tres mil millones de neuronas, o células nerviosas; cada una de ellas está conectada con una o más neuronas, lo que da lugar a miles de millones de sinapsis (conexiones).
Las neuronas se comunican entre sí mediante estímulos eléctricos y químicos. Cuando un potencial de acción (onda de descarga eléctrica) recorre el tronco de una neurona, la membrada celular se despolariza, lo que provoca la emisión de un flujo de iones, como el potasio y el sodio, que recorre los canales de la membrana celular. A continuación, las terminaciones nerviosas del espacio intersináptico (espacio entre dos neuronas) liberan paquetes de neurotransmisores, que desencadenan la acción de los receptores situados en la siguiente neurona de la secuencia. Algo similar a una cadena muy sofisticada y efectiva a escala microscópica.
El funcionamiento del cerebro humano es una sinfonía. Para que suene bien, todos los instrumentos tienen que actuar en armonía. Los principales neurotransmisores; acetilcolina, serotonina, norepinefrina y dopamina, trabajan coordinadamente con otros neurotransmisores que tienen funciones complementarias y que actúan para contrarrestar o fomentar diversas acciones vitales.
Se sabe que la nicotina tiene efectos importantes sobre los receptores de acetilcolina (nicotínicos) y que afecta, asimismo, a los receptores de dopamina. Estos, a su vez, estarán implicados en el sistema de bienestar del cerebro. Parte de la adicción que genera la nicotina y otras sustancias, se debe a que su consumo pone en marcha el sistema de gratificación del cerebro. Drogas como la nicotina son altamente gratificantes para el cerebro gracias a que tienen propiedades que: relajan, distraen, proporcionan energía y anulan el apetito y, en consecuencia, hacen que el consumidor desee más.
Algunas investigaciones recientes basadas en técnicas de diagnóstico por imagen aplicadas al cerebro sugieren que los cigarrillos podrían contener, además de nicotina, otras sustancias químicas psicoactivas. Las investigaciones demuestran también que algunas de esas sustancias pueden afectar la sensación de bienestar y la conducta.
Un estudio británico llevado a cabo en la University College de Londres ha demostrado, que hacen falta 66 días para que se cree un buen hábito y pueda mantenerse durante años. Eso significa que, si durante ese número de días repites ese buen hábito cada día en la misma situación, se convierte en una reacción automática ante dicha situación. A partir de ese momento el buen hábito adquiere cierto automatismo y, no hace falta voluntad, ni tan siquiera pensar en ello intencionadamente, para poder repetir dicho comportamiento. Con solo 21 días, como se pensaba hasta hace algunos años, las neuronas no asimilan lo suficiente un determinado comportamiento y es fácil abandonarlo. Para empezar a cambiar los hábitos asociados a tu conducta adictiva de fumador, comienza por registrar tu consumo de cigarrillos.
El mensaje importante es que la adicción conlleva el desajuste de muchos circuitos y, que para tratar al fumador deben tenerse en cuenta todas las disfunciones al mismo tiempo.
Por tanto, el tratamiento para dejar de fumar debe adaptarse según la persona, el ambiente en que vive y sus recursos, internos y externos. No se intenta resolver únicamente el problema bioquímico, sino considerar al fumador y su contexto; su familia y su lugar de trabajo. En definitiva, se requiere una terapia multicomponente, como el propuesto por el método DíaD, que procure entrenar nuevamente a un cerebro que aprendió algo totalmente anormal, pues la adicción, en última instancia, es una enfermedad de aprendizaje. Así, algunos fumadores pueden recibir tratamiento con fármacos, terapias cognitivo-conductuales, intervenciones motivacionales, etc.
Durante el proceso de deshabituación tabáquica, siempre se pueden sufrir recaídas. En consecuencia, la recaída no debe considerarse como el fracaso del tratamiento; sólo indica que éste tiene que repetirse. Si entendemos que la adicción a la nicotina es una enfermedad y que la recaída forma parte de ella, un tratamiento exitoso no debe medirse sólo por la abstinencia, sino por la reducción del consumo, por la disminución de las recaídas, así como de su gravedad y duración. Esto realmente mejora la condición de salud y, los periodos de abstinencia incrementan la esperanza de vida.
Podemos ver que los estudios realizados en las últimas cinco décadas, han demostrado todos los elementos, que definen la adicción a la nicotina como una enfermedad tratable.
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